Nosotros, ellos y Sade, ¡por fin!

Buenas noches, para no variar,

El filo de la medianoche y el de la hacha cotidiana han sido superados.

“Destinos Truncados” de los hermanos Strugatski ha sido una grata sorpresa. El tipo que me vendió el tomito, con pinta más canallesca que libresca, tuvo la certeza de saber que cuando nombré a Stanislaw Lem, automáticamente me debía de interesar la lectura de estos dos hermanos rusos. No se equivocó. Gracias pues a los señores de Gigamesh.

La novela, doble, por contener en ella dos tramas perfectamente entrelazadas, dependientes y a la vez susceptibles de ser leídas por separado sin mayores problemas, describe la vida de dos escritores rusos, al servicio de su país, del Presidente, del soviet y de todo lo que se quiera añadir. Las intrigas en la vida de uno de ellos, la vida real del escritor Félix Sorokin, comparadas con las de su alter ego, un tal Viktor Bánev, ambos personajes de ficción, por supuesto.

El libro contiene multitud de reflexiones que deberían ser copiadas y pegadas en unos cuantos manuales de filosofía, y tras esto, siguiendo con el humor de los Strugatsky, indicar que se quemen una vez manufacturados y leídos. No hay nada que se deje al libre albedrío en todo el compendio de ideas y conceptos referidos en el libro. El sistema burocrático, de favores y desfavores, de chismorreos y mentiras, de halagos y puñaladas por la espalda deja en un muy mal lugar a la estructura del soviet.

Una máquina, un super ordenador, es capaz de calibrar el valor artístico de cualquier escrito. Un cabecilla de la policía secreta basa su idea de exterminar a toda la humanidad en base al criterio de “imperceptibilidad”: todo aquel que no llame la atención debe ser eliminado. El mismo Bánev sin embargo está dispuesto a dejar en manos del Estado más conservador posible las riendas del país, con tal de que siga habiendo botellas que beber, y pulpos marinados que comer. Quedan unos pocos, sobre todo una serie de niños prodigio, que no las tienen todas consigo.

Los Strugatsky se valieron de muchas simbologías para construir este particular mundo, muchas de ellas cercanas a la tradición rusa, difíciles de digerir para el lector mediterráneo, y por ello, éste debe de sacar sus propias conclusiones. Situar la fecha de producción es también complicado. Una de las tramas fue escrita en 1967, la que corresponde a Bánev, al ejército de leprosos. Publicada al parecer en inglés en 1972; y en 1987 en la propia Unión Soviética, con la llegada de la perestroika, añadiéndose la trama de Sorokin, escrita en fecha indeterminada con la información disponible.

¿Y qué sacamos con esta revisitación al soviet?

Vayamos a sus orígenes. Al año 1920. Evgueni Ivanovich Zamiatin escribió “Nosotros”. Obra editada este mismo año por Akal. Libro imprescindible en toda biblioteca dedicada a la ciencia ficción. Verdadera antesala del “1984” de Orwell, quien reconoció haber leído “Nosotros”, para luego “El” llevarse la gloria póstuma de la distopía más desasosegante que existe. ¡Cuidado! que todavía no he hincado el diente a Zamiatin. Por aquí tengo el librito, editado por cierto con mucho esmero.

“Provocación” es un pequeño dulce que se lee rápidamente. Dos ocurrencias del maestro Lem acerca del holocausto nazi y de la cotidianeidad. Ambos temas con muchos puntos en común, mas de los que parecen. Lem nos avisa que con la desacralización de la figura de la muerte nos podemos preparar a ver cualquier cosa en este mundo; el hedonismo que nos rodea a todos junta por fin las ansias de sangre, tortura y vicio del Marqués de Sade con la modernidad más absoluta, antes sólo disponible en pequeñas colinas con vistas a los campos de concentración nazi. Todo va encajando al parecer, pero como dice Lem, Sade era al fin y al cabo de sangre noble. ¿Y nosotros? Nosotros, 25 años después, ya que Lem como siempre lo vio todo antes que nadie, allá por 1981. ¡Madre mía!

Me falta por leer la segunda parte de “Provocación”, el minuto humano.

Y “Matadero 5” de Kurt Vonnegut, autor americano, que casi lo debería dejar fuera de esta entrada. Pero no, su historia se basa en la ciudad de Dresde, “cuyo suelo debía de contener toneladas de harina de huesos humanos”. Así comienza practicamente la novela.

Más allá de ironías, y de juegos de palabras, aquí que cada uno lea y disfrute, pero dentro de su propia cabecita ¡eh! No vayamos a perder el tiempo entre nosotros, pudiendo acudir a ellos. Sí, sí, a ellos.

Leave a Reply