Archive for December, 2011

ANAF (Asociación Navarra de Amigos del Ferrocarril)

Sunday, December 18th, 2011

Vayan estas pocas palabras e imágenes en homenaje a esta asociación de aficionados y devotos de las líneas, vías, máquinas, decoraciones, y modelismo en general.

 

 

 

 

 

 

 

…por “Twin Peaks” pasa el tren…

¡Ánimo!

Point Counterpoint (Contrapunto) -Aldous Huxley-1928-

Thursday, December 15th, 2011

 Cuarta novela de Aldous Huxley (1894-1963), publicada en 1928, tres años después de “Los Monederos Falsos” de Gide, la anterior a su Biblia de obligatoria lectura “Un Mundo Feliz” (1932). Dos de las mejores novelas del siglo XX, la de Gide y la que me ocupa ahora, que, en realidad, no son novelas al uso, si no, más bien, metanovelas, o novelas de ideas (más en el caso de Huxley).

 

Counterpoint

 

Novela que me ha llevado lo suyo de tiempo terminar, liado como he estado en otras tareas (principalmente musicales). Y escribo esto porque el propio título de la novela nos lleva a un vocabulario musical: contrapunto, o variación, modulación musical, que emplea el compositor para dar más vida a su obra. Algo en lo que Huxley estaba muy interesado en aquella época. En este ensayo, Ensayo sobre “Contrapunto” y Huxley en general (en inglés) -pdf-, se mencionan entre otros muchos detalles que vienen al caso, las dos obras musicales que “suenan” en la novela; una, al principio, de Bach, en una típica fiesta de clase alta londinense; otra, al final, de Beethoven, en casa de Spandrell, uno de los protagonistas. Huxley, en una explicación mejor que la mía sobre el contrapunto, añade las “Variaciones sobre Diabelli” (33 en total) de un mismo y simple tema de vals que hizo Beethoven, como paradigma musical de su intención literaria.

 

Contrapunto

 

 

La edición que he tenido ocasión de disfrutar es una de Edhasa (Ediciones de Bolsillo nº 69), primera en España, de  diciembre de 1970, en colaboración con Editorial Sudamericana (que la editó en Argentina en 1966). La traducción corre a cargo de Lino Novás Castro (1905-1983), autor y traductor argentino , que también se atrevió con Balzac, Faulkner, o Lawrence (D.H.). La traducción es magnífica, si acaso algo abusiva en los adverbios de modo acabados en –mente. Un pequeño error con la palabra “injerencia” que aparece con “g”. Y ciertas frases y poemas de Huxley en francés y alemán no se traducen, aunque tampoco afecta mucho al lector en castellano (sobre todo si tiene nociones de francés). La colección de Bolsillo de Edhasa se inicia con Cortázar, sigue con Eugenio Trías, el omnipresente Llosa (jóder), Herbert Read (¿?), y la cosa mejora con Lawrence Durrell y Joyce, siendo cada una de estas ediciones colaboraciones con otras editoriales.

Más ediciones:

 

Point

 

 

 

 

 

 

 

 

PERSONAJES

Paso a presentar brevemente a los personajes más importantes.

Marjorie, amante de Walter Bidlake, crítico literario explotado por su editor, Burlap. Éste último, pretende ser cristiano y espiritualista, cuando en realidad busca en todo momento el placer carnal; personaje poseído. Su secretaria es Beatrice, salvajamente reprimida, hasta que al final de la novela, es poseída por el demonio de Burlap: “de gentes así será el Reino de los Cielos”, dice Huxley al final de la novela.

Walter Bidlake es un pobre hombre que en su día se enamoró de una rancia chica llamada Marjorie (cuyo marido deambula borracho por las calles de Londres) y la deja embarazada. Mientras, Walter tiene un amour fou con Lucy Tantamount, de buena familia, bella, pero infantil, caprichosa, amoral, y, cuando quiere, sufre ataques de frigidez; a veces, de promiscuidad.

John Bidlake es el padre de Walter y de Elinor, viejo artista venido a menos, gran pintor en su día, cascarrabias hoy porque la enfermedad y la muerte se van apoderando de él.

Philip Quarley, Elinor Bidlake. Marido y mujer. El personaje de Philip es el que más se ajusta a la propia figura de Huxley. En la novela, Philip es un hombre inteligente, introspectivo, abstraído, que pone en peligro la relación con su mujer, Elinor Bidlake (hija del pintor, hermana de Walter), porque no es capaz de infundirle ese cariño y entretenimiento que necesitan las mujeres cuando ven que el hombre puede pasar sin ellas durante horas y horas de escritura (o de deporte, o de lo que sea). Huxley es posible que se sintiera así con su propia esposa, aunque hoy podemos decir que al menos no perdió el tiempo.

Maurice Spandrell: el personaje maldito de la novela, quien finalmente toma su destino por los cuernos, y se deja matar, tras inducir al asesinato de Everard Webley (líder de pacotilla de la Brotherhood of British Freemen, organización fascista de época).

Illidge, el extremo opuesto a Webley, comunista entristecido, al que Huxley le da mucha caña a lo largo de la novela. Su ideología queda desenmascarada, aunque le salva la vida, y de la cárcel (pues es él el asesino material de Webley, opinión no muy común, me temo).

Dejo para el final a Mary y Mark Rampion. Ella, de buena familia. Él, venido de la clase obrera. Se casan. Hay un capítulo especial en el que se cuenta la historia de amor entre Mary y Mark; el más bello de toda la novela. Mientras Spandrell, en tertulia, explica cómo se seduce a las jovencitas de Londres para simplemente hacerles el mal, Mary cierra los ojos y recuerda su historia.

Hasta aquí, datos de mi propia cosecha. De la Wikipedia, se pueden encontrar las siguientes correspondencias con el mundo real (hay más, pero éstas son las que me interesan).

Mark Rampion es, ni más ni menos, David Herbert Lawrence (1885-1930), uno de los escritores más injustamente menos leídos de aquella hornada de novelistas británicos de primera mitad del siglo XX. Claro que se le sigue leyendo, ¡pero no lo suficiente! Mary Rampion es Frida Lawrence, que ya tenía tres hijos de otro marido en la vida real cuando se cansó con D.H. Así, la rememoración que hace Huxley es bastante idealista, pero, ¿a quién le importa?

Rampion es el personaje “líder” de la novela, el que se atreve a decir más, y mejor. Junto con Philip y Spandrell. Los demás, empiezan a ser secundarios, aunque Huxley debía construir un mundo para que Rampion (o Philip) lo descuartize (o lo analice); según. 

Al parece Burlap era en realidad el editor John Middleton (personaje a todas luces secundario en el mundo real), y Beatrice corresponde a Katherine Mansfield (esa autora a la que solamente se lee cuando uno aprende la lengua inglesa, en libros adaptados, y nunca más se vuelve a saber de ella, —es mi caso, al menos—). Al parecer, también Huxley tuvo un affair parecido al que sufre Walter (¡pobre!). Y lo dejo aquí, que esto parece una revista del corazón.

 

 

 

Escueto Resumen ArguMental

El comienzo de la novela se convierte en un guirigay bastante intenso de nombres y lugares; muy rico en reflexiones, en comentarios de pasada también. Hay que tener buena memoria, leer con atención; a veces, volver hacia atrás, recordar quién ha dicho esto o aquello (sobre todo en las escenas de la fiesta en la mansión Tantamount —cuya presentación, la de la propia construcción de la mansión, es desde luego magnífica, y demuestra el poder de reflexión y de síntesis de Huxley—). Pero van pasando las páginas, mejor dicho, vas pasando las páginas, y se prefiguran los personajes más importantes, los que hay que seguir con atención. Y nos damos cuenta de que la acción es relativamente inexistente. No ocurre nada, o muy poco. Una fiesta, una reunión, una tertulia, ¡ay!, las tertulias en esta novela. Un viaje en taxi, una visita a casa de papá, o de mamá. Sólo al final la novela adquiere tintes de trama negra, con el asesinato de Webley. Y se parece mucho a la muerte del Boris de Gide (en “Los Monederos Falsos”), la de Phil, hijo de Philip y Elinor. Salvo estos dos puntos, no ocurre nada más.

 

 

 

Ideas, reflexiones, apuntes, discusiones, y más ideas.

 

Lo que considero interesante, y más, de esta novela, son las reflexiones más o menos implícitas que se hace Huxley a sí mismo, a través de Philip Quarles, y sobre todo de Mark Rampion. Los temas tratados básicos son la moral, la verdad (y a partir de ésta, la religión y la filosofía), el papel del intelectual en el moderno mundo de hace casi un siglo, y la creación de la novela (la angustia del escritor, y sus propias mentiras).

Así, vayamos por partes.

Consideraciones sobre la moral, que Huxley enfoca con ojo clínico, separándola de otros elementos adyacentes. Por ejemplo:

 

“La moral —reflexionó [Philip Quarles]— sería muy curiosa si nosotros amáramos periódicamente en vez de hacerlo de enero a enero. Lo moral y lo inmoral variarían de un mes a otro. Las sociedades primitivas tienden a vivir más conforme a las estaciones que las cultivadas. En Sicilia mismo hay el doble de nacimientos en enero que en agosto. Lo cual prueba, concluyentemente, que en la primavera la fantasía de los jóvenes… Pero en ninguna parte ocurre únicamente en primavera. No hay en lo humano nada absolutamente análogo al celo de las perras y las yeguas. Excepto —añadió—, excepto acaso en la esfera moral. La mala reputación de una mujer atrae como los signos de celo de una perra. La mala fama la anuncia como accesible. La ausencia del celo, es, en el animal, el equivalente de los hábitos y principios de la mujer casta…”

 

Tema que saca de nuevo a colación 266 páginas más tarde. La urdimbre de la novela es sencillamente poderosísima. Lo que es un comentario suelto de un personaje (sobre todo al principio de la novela, luego es reciclado, nuevamente llamado a las filas de las ideas por discutir).

Sobre la nueva moral:

            “Y luego —dijo Elinor en voz alta—, no hay que olvidar que Lucy tiene otra ventaja en lo que concierne a hombres como Walter. Es una de esas mujeres que tienen temperamento de hombre. Los hombre pueden hallar placer en un encuentro fortuito. La mayoría de las mujeres no; éstas necesitan estar más o menos enamoradas. Es preciso que sus emociones entren en función. Todas, con pocas excepciones. Lucy es una de estas pocas. Ella tiene la facultad masculina del desprendimiento. Ella puede separar su apetito del resto de su alma.”

 Las pocas excepciones de la época de Huxley no son tantas en el año 2011. Afortunadamente. Quizás por esto, en este sentido, la novela no resulte demasiado interesante de analizar.

 

El adulterio es el tema central, argumentalmente, de la novela; hay un montón de ellos. Y Huxley de alguna manera trata de repasar, explicar, o imaginar, o crear, motivos. Recordemos que él al parecer tuvo a su propia doble taza de Lucy. Así que esta novela también puede ser plato de gusto de los que disfrutan de una película como “Secretos de un Matrimonio” de Ingmar Bergman, o similares.

 

 

Introducción

 

“La Investigación De La Verdad”

Del diario de Philip Quarles, (del que más abajo, hago aclaración):

 

            “La compañía de Rampion me deprime un poco; porque él me hace ver el enorme abismo que separa el conocimiento de lo evidente del hecho de vivirlo efectivamente. Y ¡oh qué difícil es cruzar ese abismo! Ahora me doy cuenta de que el verdadero encanto de la vida intelectual —la vida consagrada a la erudición, a las investigaciones científicas, a la filosofía, a la estética, a la crítica­— es su facilidad. Es la sustitución de las complejidades de la realidad por simples esquemas intelectuales, o de los desconcertantes movimientos de la vida por la muerte formal y tranquila. Es incomparablemente más fácil saber muchas cosas, por ejemplo, acerca de la historia del arte y tener ideas profundas acerca de la metafísica y de la sociología, que saber intuitiva y personalmente algo acerca de nuestros semejantes, y llevar relaciones satisfactorias con nuestros amigos y nuestras amantes, nuestra mujer y nuestros hijos. Vivir es mucho más difícil que el sánscrito, la química o la economía política. La vida intelectual es un juego de niños; lo cual explica que los intelectuales tiendan a convertirse en niños, y luego en imbéciles, y finalmente, como claramente demuestra la historia política e industrial de los últimos siglos, en lunáticos homicidas y bestias salvajes. Las funciones reprimidas no mueren; se deterioran, degeneran, retrogradan al estado primitivo. Pero, entretanto, es mucho más fácil ser un niño intelectual, o un lunático, o una bestia, que un hombre adulto y armonioso. He aquí por qué, entre otras razones, existe tanta demanda de educación superior. Las gentes se abalanzan hacia los libros y las universidades como hacia los cafés. Quieren ahogar su conciencia de las dificultades que presenta el vivir adecuadamente en este grotesco mundo contemporáneo; quieren olvidar su deplorable insuficiencia en el arte de la vida. Algunos ahogan sus penas en alcohol, mientras que otros, todavía más numerosos, las ahogan en los libros y en el diletantismo artístico; algunos tratan de olvidarse a sí mismos por medio de la fornicación, el baile, el cinematógrafo, la radiotelefonía; otros, por medio de conferencias y ocupaciones científicas. Los libros y las conferencias son mejores para ahogar las penas que la bebida y la fornicación: no dejan dolor de cabeza ni aquella sensación de post coitum triste. Hasta hace muy poco, he de confesarlo, he tomado muy en serio el saber, la filosofía, la ciencia: todas las actividades que catalogamos con grandilocuencia bajo el título de la “Investigación de la Verdad”. Yo consideraba la Investigación de la Verdad como la más alta de las tareas humanas, y a los Investigadores como los más nobles de los humanos. Pero hace aproximadamente un año comencé a ver que esta famosa Investigación de la Verdad es simplemente una diversión, una distracción como cualquier otra, un sustitutivo un tanto refinado y elaborado de la verdadera vida; y que los Investigadores de la Verdad llegan a ser justamente tan idiotas, infantiles y corrompidos, a su manera, como los borrachines, los estetas puros, los negociantes y los partidarios de la Buena Vida, a la suya. Me he dado cuenta también de que la Investigación de la Verdad no es sino un nombre cortés para designar el pasatiempo favorito de los intelectuales: la sustitución de complejidades vivientes de la realidad por simples, y por consiguiente, falsas abstracciones. Pero la búsqueda de la verdad es mucho más fácil que el aprendizaje del vivir integral (en el cual, por supuesto, la Investigación de la Verdad tendrá su debido y proporcionado lugar entre las demás diversiones, como el juego de bolos y el alpinismo). Lo cual explica, si no justifica, mi continua y excesiva afición a los vicios de la lectura informativa y de la generalización abstracta. ¿Llegaré a tener jamás la fuerza de espíritu suficiente para romper con estos hábitos indolentes del intelectualismo y consagrar mis energías a la tarea, más seria y difícil, de vivir integralmente? Y aun cuando me esforzara por deshacerme de estos hábitos, ¿no llegaría a descubrir que la herencia se halla en su base y que yo soy congenitalmente incapaz de vivir total y armoniosamente?”

 

Sigue Rampion, hacia el final, retomando el tema de la “Investigación de la Verdad”:

 

            “Esta verdad no humana que los científicos tratan de penetrar con sus intelectos, nada tiene que ver con la existencia humana ordinaria. Nuestra verdad, la verdad humana que nos interesa, es algo que se descubre viviendo, viviendo completamente, con la totalidad del ser. Los resultados de sus placeres, Philip, todas esas famosas teorías acerca del cosmos y sus aplicaciones prácticas no tienen absolutamente nada que ver con la única verdad que nos importa. Y la verdad no humana no solamente nos es extraña, es también peligrosa. Distrae la atención de las gentes de las importantes verdades humanas. Les hace falsificar sus experiencias a fin de que la realidad vivida se conforme a la teoría abstracta. Por ejemplo, en una verdad no humana no establecida, o al menos estaba establecida en la época de mi juventud, el que las cualidades secundarias no tienen existencia real. El hombre que admite esto seriamente se niega a sí mismo, destruye toda la armazón de su vida como ser humano. Porque ocurre que los seres humanos se hallan constituidos de tal modo, que las cualidades secundarias son, para ellos, las únicas reales. Si usted las niega se suicida.
—Pero en la práctica —dijo Philip— nadie las niega.
—Completamente, no —concedió Rampion—. Porque no es posible. El hombre no puede abolir completamente sus sensaciones y sus sentimientos sin aniquilarse físicamente a sí mismo. Pero puede despreciarlos después del hecho. Y, de hecho, eso es lo que hace un gran número de personas inteligentes y cultivadas: despreciar lo humano en interés de lo no humano. Su móvil difiere del de los cristianos; pero el resultado es el mismo. Una especie de autodestrucción. Siempre lo mismo —continuó con una súbita explosión de cólera en la voz—. A cada tentativa de ser algo mejor que humano, el resultado es siempre el mismo. Muerte, una forma u otra de muerte. Trata uno de ser más de lo que es por naturaleza, y lo que hace es matar algo en sí mismo y convertirse en mucho menos. Estoy hasta la médula de todas esas necedades acerca de la vida superior, el progreso moral e intelectual, el vivir para el ideal y demás cosas por el estilo. Todo eso conduce a la muerte. Tan infaliblemente como el vivir para el dinero. Los cristianos y los moralistas, y los negociantes de la escuela de Samuel Smiles, todas la pobres ranas humanas […] revientan simplemente para convertirse en meros fragmentos de rana y, lo que es más, fragmentos en descomposición. […] Su pobrecillo San Francisco, esa hediondez, por ejemplo —se volvió hacia Burlap, que protestó—. Sí, nada más que hediondez —insistió Rampion—. Un hombrecillo tonto y vanidoso, que trata de inflarse hasta llegar a ser un Jesús y que no consigue sino matar la poca virtud o buen sentido que pudieran quedarle, que no consigue sino transformarse en hediondos y repugnantes fragmentos de un verdadero ser humano. ¡Un hombre que busca excitaciones y escalofríos lamiendo a los leprosos! ¡Puf! ¡Pequeño y asqueroso pervertido! Se cree demasiado bueno para besar a una mujer; quiere estar por encima de una cosa tan vulgar como es el placer natural y saludable…”

Como se lee, o leo, el ataque es fulminante. Sigue el bueno de Rampion:

“Un hombre es un ser sobre una cuerda tirante, que marcha delicadamente, en equilibrio, con el espíritu, la conciencia y el alma en un extremo de su balancín, y el cuerpo, el instinto y todo lo que es inconsciente, terreno, misterioso, en el otro. En equilibrio. Lo cual es endiabladamente difícil. Y el único absoluto que jamás puede conocer realmente es el absoluto del equilibrio perfecto. El absoluto de la relatividad perfecta. Lo cual, desde el punto de vista intelectual, es una paradoja, una tontería. Pero lo mismo ocurre con toda la verdad verdadera, auténtica, viva: simple tontería, según la lógica. Y la lógica es una simple tontería a la luz de la verdad viviente. Pruebe usted elegir a su gusto entre la lógica y la vida. Es asunto de gustos. Hay quien prefiere estar muerto. […] Se haría más en favor de la paz diciéndoles a los hombres que obedecieran los dictados espontáneos de sus instintos que fundando una cantidad de Sociedad de Naciones.
—Se haría aún más —dijo Burlap— diciéndoles que obedecieran a Jesús.
—¡No lo creo! El decirles que obedezcan a Jesús es decirles que sean más que humanos. Y en la práctica, cuando trata uno de ser más que humano, lo que consigue es hacerse menos que humano. El decirles que obedezcan a Jesús literalmente es decirles, indirectamente, que se porten como imbéciles, y finalmente, como demonios. No tiene más que considerar los ejemplos. El viejo Tolstoi; he ahí un gran hombre que se ha transformado en imbécil por tratar de ser más que un hombre. Y su horrible San Francisco. —Se volvió hacia Burlap. —Otro imbécil. Pero ya al borde del diabolismo.”

Después de la intensa conversación, finalmente, se separan Quarles, Burlap, Spandrell y Rampion, quien concluye:

“Cuando se alza uno contra las cosas y las personas no humanas, se hace inevitablemente no humano uno mismo.”

El ataque a la lógica de Rampion (Lawrence) echa por tierra todo el materialismo comunista, a la vez que ataca lo religioso-numinoso. No deja nada en pie, y sigue la vida, que es lo importante. Y para seguir “considerando” ejemplos, yo aporto uno bien contemporáneo; una especie de nuevo Jesús tecnológico, acechante, con su máscara de beatitud, llamado a morir antes de tiempo, quizás podrido por dentro, por culpa de todo lo que ha creado a su alrededor: Steve Jobs. Y no tiene mucha lógica que yo escriba esto en un Macintosh, mi querido Macintosh, pero, señores: uno no se casa con lo que ve, si no con lo que tiene. Y yo no aspiro a poseer más que un aparato fiable, no una nube invasora de cables, y de nuevos aleluyas a través del wi-fi. Sigo más abajo con esto, que yo me hago también mis propios contrapuntos.

Sobre Anatole france


La Intelectualidad, y el Mundo Moderno

Rampion:

“—Pero solamente por su propia destrucción. Cuando la Humanidad sea destruida, evidentemente que no habrá más problemas. Pero esta parece una solución bastante pobre. Yo creo que puede haber otra, aun dentro del sistema actual. Una solución temporal mientras el sistema se modifica en la dirección de una solución permanente. La raíz del mal está en la psicología individual; de modo que es por ahí, por la psicología individual, por donde hay que comenzar. El primer paso sería hacer vivir a las gentes de un modo doble, en dos compartimientos. En un compartimiento, como trabajadores industrializados; en el otro, como seres humanos. Como idiotas y máquinas durante ocho horas diarias, y como verdaderos humanos el resto del tiempo.
—¿No es eso lo que hacen ya? [Philip]
—¡Por supuesto que no! Viven como idiotas y como máquinas durante todo el tiempo, tanto durante su trabajo como durante sus horas de ocio.”

Más adelante, en la parte final de la novela, pág. 519, Philip sin embargo se intenta defender de los ataques directos de Rampion, sin éxito.


“—¡Vamos, vamos! —dijo Philip—. El cuadro es un poco sombrío. Y de todos modos, aun cuando fuera exacto, no puede hacerse responsable a los intelectuales de las aplicaciones que han hecho otros de sus resultados.
—¡Sí, ellos son responsables! Porque ellos han educado a los demás en su maldita tradición intelectualista. En el fondo, los otros sólo son intelectuales en otro plano. Un negociante es simplemente un científico, que resulta ser más estúpido que el verdadero científico. Vive de un modo tan unilateral, tan intelectual, dentro de los límites de su inteligencia, como el otro. Y el fruto de eso se llama degeneración psicológica interior. Porque, desde luego, —añadió entre paréntesis—, los frutos de sus placeres no son meramente el aparato externo de la vida industrial moderna. Residen también en una decrepitud interna, en el infantilismo y en la degeneración, en todas las formas de locura y de regresión al estado primitivo. No, no; yo no puedo tolerar sus placeres del espíritu. Harían ustedes mucho menos daño si se dedicaran a jugar al golf.”

Huxley, en boca de Rampion, también aprovecha para meterse con Proust, y de paso, describe el futuro que vivimos hoy, en cuanto al culto al recuerdo que son nuestros gigas y gigas de información almacenada… Y prefigura, de paso, la figura del hikkikomori.


“Y las relaciones han de ser puramente mentales. Y la vida ha de ser vivida, no como si fuera la vida de un mundo de seres vivientes, sino como si estuviera compuesta de recuerdos, de imaginaciones y de meditaciones solitarias. Una interminable masturbación, como el grande y horrible libro de Proust. Esa es la vida superior. Que es el nombre, expresado con eufemismo, de la muerte incipiente.”

Steve Jobs es el San Francisco del siglo XXI, venerado por dejarnos chupar entre todos las heridas de lo cotidiano, y masturbarnos lentamente entre tanta fotografía y vídeo colectivo. Si esto no es infantilismo, regresión, y lo que es peor, pérdida de tiempo…

Ya bastante avanzada la obra, en la página 383, capítulo XXII, Huxley usa por primera vez, la técnica de introducir extractos escritos por el propio personaje. En este caso de una supuesta “libreta de apuntes”. Es Philip Quarles quien escribe. Y en esto se puede decir que es en donde “Contrapunto” se parece más a “Los falsos monederos” de Gide a nivel estilístico.

“El instinto de adquirir comporta, a mi ver, más perversiones que el instinto sexual. […] Cuando el cuerpo se halla saciado, el espíritu cesa de pensar en el alimento o en la mujer. Pero el hambre de dinero y de posesión es casi puramente una cosa mental. No hay satisfacción física posible.”

¿Y qué decir del instinto virtual? El que está al alcance de todos; en el que todos podemos caer, vaya que si caemos. En las perversiones del siglo XXI; y no me refiero a la pornografía, sino a la búsqueda en la Red de nuevas satisfacciones (del ego básicamente). ¿Qué pensaría el bueno de Huxley? Poseer no una mujer, no un dinero, sino una información, un chisme, una íntima visión. Todo ello un cruce entre el voyeurismo total, y un instinto de control feroz sobre los demás. Y no hay satisfacción física posible.

Continúa Aldous, digo Philip:


“Como quiera que sea, yo no tengo interés en poseer, y no simpatizo con los que lo tienen: no los comprendo. En mis novelas no figura ningún personaje cuyo carácter dominante sea el instinto de adquirir. Es un defecto, pues los adquisitivos son manifiestamente muy comunes en la vida real. Pero dudo de que yo pudiera hacer interesante a uno de esos personajes, puesto que yo mismo no siento interés hacia la pasión adquisitiva. Balzac pudo hacerlo; las circunstancias y la herencia le hicieron interesarse apasionadamente por el dinero. Pero cuando uno halla fastidioso un asunto, corre el riesgo de hacerse fastidioso él mismo al tratarlo.”

En la frase subrayada Huxley se delata de alguna manera. Su principal interés es éste precisamente: interesar a los demás. Buen principio a seguir por un novelista, si se lleva a cabo de cabo a rabo. A ver si se enteran los de la novela histórico-criminal-aventuras de politicuchos (el asesinato de Webley es lo más humano que ocurre en “Contrapunto”, y no se le dedican más de veinte páginas).

Sobre la novela


La novela, el escritor, la idea

Sobre Rimbaud, poeta tótem de una época, tanto para Gide, como para Huxley:


“—Tenía tanta fe en ella [en la vida] —continuó Burlap, bajando la vista (para gran alivio de Walter) y afirmando con la cabeza a medida que pronunciaba reflexivamente las palabras—, una fe tan profunda, que se hallaba dispuesto al sacrificio. Así es como interpreto yo su abandono de la literatura: como un sacrificio premeditado. […]. —El que quiera salvar su vida debe perderla. […]. —Ser el más grande poeta de su generación y, sabiéndolo, renunciar a la poesía; no es perder la vida por salvarla. Eso es tener una verdadera fe en la vida. Su fe era tan fuerte, que estaba dispuesto a perder la vida en la certeza de ganar una nueva y mejor. […]. —Una vida de contemplación mística y de intuición. ¡Ah, si solamente supiéramos nosotros lo que ha hecho y pensado él en África, si lo supiéramos nosotros!
—Ha hecho el contrabando de armas de fuego para el emperador Menelik —tuvo Walter el valor de replicar¬—. Y a juzgar por sus cartas, parece haber pensado, sobre todo, en hacer bastante dinero para establecerse.”

“Cuesta tanto trabajo escribir un libro malo como una bueno; sale con la misma sinceridad del alma del autor. Pero siendo el alma del autor, al menos artísticamente, de calidad inferior, sus sinceridades serán, si no siempre intrínsicamente ininteresantes, cuando menos expresadas de un modo falto de interés, y el trabajo empleado en esta expresión será malgastado. La naturaleza es monstruosamente injusta. No existe sustitutivo para el talento. La industria y todas las virtudes no sirven para nada.”

“Nuestra educación [Philip Quarles] se realiza al revés. El arte antes que la vida: Romeo y Julieta e historias obscenas antes que el matrimonio o sus equivalentes. De aquí que toda la joven literatura moderna sea desilusionada. Inevitablemente. En los buenos tiempos de antaño los poetas comenzaban por perder la virginidad; luego, con un conocimiento completo de la cosa real y sabiendo exactamente dónde y cómo dejaba de ser poética, se ponían deliberadamente a la obra para idealizarla y embellecerla. Nosotros comenzamos por lo poético y proseguimos hacia lo antipoético. Si los chicos y las chicas perdieran su virginidad tan temprano como lo hacían en la época de Shakespeare, se daría un renacimiento de la poesía lírica amorosa de la época isabelina.”

“Todo lo que ocurre es intrínsecamente semejante al hombre a quien le ocurre.”

“Por ejemplo, esas increíbles variaciones de Diabelli. Toda la extensión del pensamiento y de la emoción, y, no obstante, en relación orgánica con un ligero y ridículo aire de vals. Poner esto en una novela. ¿Cómo? Las transiciones bruscas no presentan ninguna dificultad. Todo lo que se necesita es un número suficiente de personajes y de intrigas paralelas, argumentos de contrapunto. Mientras Jones asesina a su esposa, Smith empuja el cochecillo de niño en el parque. Se alternan los temas. Más interesantes, las modulaciones y variaciones son también más difíciles. El novelista modula reduplicando las situaciones y los personajes. Muestra varios personajes enamorados, o muriendo, o rezando, de modos diferentes: disimilitudes que resuelven el mismo problema. O, viceversa, personajes símiles confrontados con problemas disímiles. De esta suerte se puede modular de modo que se presenten todos los aspectos del tema, se pueden escribir modulaciones en cualquier número de modos diferentes. Otro procedimiento: el novelista puede arrogarse el privilegio divino de creador y considerar los acontecimientos de la historia en sus varios aspectos: emocional, científico, económico, religioso, metafísico, etc. Modulará de uno al otro; por ejemplo, del aspecto estético al aspecto psicoquímico de las cosas, del religioso al psicológico o al financiero. Pero acaso sea esta una imposición demasiado tiránica de la voluntad del autor. Algunos pensarán así. Pero, ¿debe permanecer el autor tan en último plano? Yo creo que actualmente [en realidad] somos demasiado escrupulosos en cuanto a estas apariciones personales.”

“La novela de ideas. El carácter de cada personaje debe hallarse indicado, en tanto sea posible, en las ideas de las cuales se hace portavoz. Dentro del límite en que las teorías son racionalizaciones de sentimientos, instintos, disposiciones de alma, esto es factible. El defecto capital de la novela de ideas está en la necesidad de meter en escena personajes que tienen ideas que expresar, que excluye aproximadamente la totalidad de la raza humana, salvo acaso un 1 por 10.000. De aquí que los verdaderos novelistas congénitos no escriban esos libros. Pero, por otro lado, yo no pretendo ser un novelista congénito.”

“El gran defecto de la novela de ideas está en que es una cosa arreglada, artificial. Necesariamente; pues las gentes capaces de desarrollar tesis propiamente formuladas no son del todo reales, son ligeramente monstruosas. A la larga, el vivir con monstruos resulta un tanto fastidioso.”

Tenemos al alcance de nuestra mente, tengo, después de haber leído estos extractos una serie de temas que se nos escapan. Se me escapan, pero ahí están, aquí.

En resumen: el nuevo instinto virtual (que no material), totalizador, voyeur, incansable, afísico; la responsabilidad del intelectual en cuanto a la neurosis moderna (y completamente colectivizada); el hikkikomorismo cada vez más avanzado, una especie de cáncer lento, pero seguro al 100%, como esas páginas a las que se salta cuando uno quiere disfrutar de un bien material o virtual vía tarjeta bancaria); una educación en sentido contrario (algo así como que tú mismo aprendes a meterte trocitos de plastilina verde en la nariz, en vez de comerte los mocos, —que están ahí para algo—); la monstruosidad de lo industrialmente moderno, y la que conlleva el intentar explicarse lo ya resumido.

Las preocupaciones de Philip Quarles (autorretrato del propio Huxley) por la metavida es equiparable a la preocupación de Gide por la vida. Si es verdad que Huxley toma “Los Monederos Falsos” como modelo para “Contrapunto”, no hay más remedio que afirmar que Huxley, por muy buena novela que sea “Contrapunto” (que lo es), fracasa en su acercamiento artístico intentando describir la vida real. Lo consigue, pero se queda a las puertas de la realidad. Hay demasiada explicación, demasiados diálogos cortantes, fríos, sesudos, de altos vuelos intelectuales (que precisamente atacan el intelectualismo como el expuesto más arriba). Es un cazador cazado; (como es mi caso, al intentar resumir la novela). No me va a ayudar demasiado cuando me las tenga que ver dentro de poco con el camarero que me sirva el café (porque aquello de las copas nocturnas, el paciente barman, la música —¿me pones una de Led Zeppelin, por favor?—, y la charla hasta el amanecer ya pasó a mejor vida en mi caso).

Y he decidido dejar para el final lo mejor, es decir, las ideas sobre la novela, y el escritor, porque realmente es lo que más me interesa de “Contrapunto”. Todas las disquisiciones intelectuales, por interesantes que parezcan, no dejan de ser puñetazos al aire. Me quedo con “Mientras Jones asesina a su esposa, Smith empuja el cochecillo de niño en el parque.” A partir de aquí, a excavar. También debería de leer de nuevo a Lawrence un día de estos.