Este es el viejo manga de Katsuhiro Otomo. De 1982 el comienzo. De 1992 el final. De 1988 el anime. Hoy creo que terminaré con el quinto tomo, y ya sólo me quedará el sexto, aparte de un libro añadido hace menos años, para los completistas. No vale la pena que escriba aquí sobre Akira. Decir que es mi más serio entrometimiento en el mundo del manga japonés. Y seguramente acabará siendo el último.
Se dice que en Japón hay un manga casi para cada tipo de persona, o de personalidad. Yo, en los años que vivi en Osaka, no llegué a darme de bruces con el mío. Y hubiera sido esto precisamente, un choque muy casual y esperanzador, pues sinceramente nunca llegué a proponerme en provocar con demasiado interés este encuentro. Lo que hubo en general fue un desencuentro, sobre todo con el idioma, que no me permitía una primera y justa cata de los pequeños libritos editados por millones.
Siendo Akira una obra básicamente de y para adolescentes, … ¡ay! que ya veo a más de uno retorcerse ante este comentario…
Como ya he dicho, cada japonés al final termina por encontrar su tipo de manga, o se lo adjudican a él simplemente por su posición social, laboral, familiar, etc… Es decir, lo normal es que un salariman lea mangas creados para ser leídos por salariman; un universitario, una colegiala, y así… con casos bien concretos con los que su lectura se convierte en algo generalizado, y por ello, en éxito de ventas, por las causas que sean. Y son estos los mangas que nos llegan a Occidente. Como Akira, o como Death Note, One Piece, Dragonball, Monster, etc…
En resumen, antes de poder decidir nada, alguien ya ha elegido por nosotros los mangas a leer en este lado del mundo. A no ser que la fiebre por lo japonés siga siendo tan fuerte que prácticamente todo manga sea consumible por el público occidental, detalle que sería por un lado un buen indicador de que en todo el proceso alguien, unos pocos, se está haciendo de oro, y por otro, de que alguien, unos muchos, no se está enterando de nada.
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